martes, 13 de diciembre de 2011

Era industrial un aporte para la humanidad


       Es probable que la “era industrial” haya sido la influencia más importante que ha tenido la humanidad para su desarrollo. La “era industrial” empezó a finales del siglo XVIII en Gran Bretaña, y ya para el término de la Guerra Civil estadounidense había cruzado el Atlántico hasta América. El trabajo humano fue sustituido velozmente por las máquinas de motor, las cuales a su vez permitieron que las fabricas produjeran bienes en forma económica y satisficieran la creciente población en el planeta.
      La aparición de la imprenta, de Johann Gensfleich Zum Gutenberg quien, entre 1450 y 1456, imprimió una versión de la Biblia en base a tipos móviles, fue el primer gran invento que celebró la comunicación humana. “Lo que se inventó en el siglo XV, el que se le atribuye a Gutenberg, no es el de haber impreso con bloques de madera tallados, es el de haber impreso con caracteres movibles, el de haber descompuesto el alfabeto en caracteres individuales móviles, que podían combinarse para hacer todas las palabras, componerse y descomponerse, de modo que eran utilizables al infinito esos caracteres y no como en el caso de las planchas cuadradas, en que cada plancha no servía sino para imprimir un solo grabado. Fue la técnica para utilizar caracteres movibles que podrían ser redistribuidos y reutilizados lo que constituye el paso definitivo de la invención de la imprenta”, afirmó Arturo Uslar Pietri, en su obra “Valores Humanos”. El advenimiento de la imprenta permitió la repetición indefinida y sin alteraciones de un texto. Su uso aceleró el conocimiento, pues grandes obras como la Enciclopedia salieron a la luz y produjeron grandes cambios en todos los sentidos (políticos, sociales, económicos, culturales, etc…).   En su famoso estudio sobre los poetas orales, Albert Lord sostuvo que la alfabetización y la imprenta destruyeron necesariamente la cultura oral tradicional, es decir, cambiaron la manera de pensar de cada individuo.  
     Luego continuaron las invenciones durante esta “era industrial” como la del telégrafo óptico de Claude Chappe: consistía de un sistema de señales a través de postas, visualizadas por un anteojo. Este invento técnico está articulado con el impulso social que supuso esta revolución modernista que estremeció al planeta. Al él le siguieron valiosos descubrimientos como la del daguerrotipo, perfeccionado por Louis Jacques Mandé Daguerre en la Francia de 1839: consiste en una reproducción manual y artesanal de imágenes sobre placas de cobre plateadas. Comenzó así la etapa de la impresión de imagen, algo que aprovechó, casi 50 años después, George Eastman, en Estados Unidos, quien fabricó placas industriales que enrollan una película delgada, con lo que dio pie a la fotografía de masas. Y llegaron el fonógrafo de Thomas Edinson (1877), el teléfono de Alexander Graham Bell (1876), el gramófono o máquina de discos de Emile Berliner (1888), en fin, una cantidad de recursos tecnológicos que durante esta época dorada, gracias a la consolidación de la inteligencia humana, muy bien definida por Nicolás Copérnico: “Hay otro ojo más poderoso y más profundo que ese con que miramos los paisajes, y es el de la inteligencia humana, que es el único en el que debemos confiar si queremos llegar al conocimiento de las grandes verdades fundamentales”.  

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